Friday, July 21, 2006

Solange

Hay un aire demacrado en tu vientre,
carcomiendo la existencia pesada
de una jauría que te oxida la mirada.

La melancolía te arrasa,
como sequía, los gritos de la garganta;
y como insípido crepúsculo vomitado por el viento
se te quiebra el campanario de la entraña.

Un grito húmedo de neblina
se te cuela por los poros sangrantes
de una nueva vida que se asoma
en la roca ultrajada por la noche
que se alojó retorcida en tu palabra.

A cada gota de recuerdo
se rompe más la sonrisa desgajada,
tras un antojo irracional
de arena regurgitada, cristalizada,
que poco a poco se derrama
en aquella olvidada carátula.

El salto que discretamente la delata
va cortando el fluido eterno de la resaca
que se viene desangrando hace siglos
en los brazos del que porta la navaja,
y a la sombra del mismísimo suelo
se va muriendo un triste resentimiento
para anunciar la resistencia renovada.

... Duérmete mi niña,
con su ojos de agonía,
duérmete tranquila
con tus sueños de porcelana
reventados en el collar de la nada,
como cuentas de un mar insondable
se detenga tu respiración profunda
despidiendo con tu suspiro la mata fortuna.

Así nace el ángel del paso
con un caracol estrellado, en pedazos,
bajo el silencio de tu regazo
aliméntese tu cuerpo de chaquiras,
desángrese el seno de la tristeza;
asesina con tu llanto para siempre
la lengua que hiere tu memoria...
que la mujer impía que anudó las espinas
en las manos de tu madre, por fin sea historia.

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