Friday, September 15, 2006

La muerte del fuego


Ahí está el carmesí incendio supremo
con su glacial cadáver transparente
lamenta en agonía el indulgente
perdido desengaño parasemo.

Caminaba una legua el ser blasfemo
y en su rostro abismal, clarividente,
un destino surgía tristemente
después que feneciera el crisantemo.

Gime la suave voz de esa mirada,
envenena el secreto ser oscuro…
mientras la pira yace desangrada,

corroe una ilusión descolorida
(la etérea llama entona su conjuro)
flotando en nada el cuerpo ya sin vida.

Thursday, August 31, 2006

Animal primario en Marzo, 2003.


Hubiera querido estar en aquel teatro:
en tu cumpleaños, y en tu velorio,
hasta en tu nacimiento y en tu regazo...
pero en aquel entonces yo era una niña
que no salía de su cuarto, o ni siquiera del pasto.

Hubiera querido tener, a tus ocho años,
mi talento inscrito en el pecho,
y en los hombros y el pasado.
¿Cómo alcanzarte, azaroso animal crispado?

A mis 21 caracoles de espacio
me voy haciendo vieja bajo tu sombra de estaño:
me quedan cinco años para no haberme muerto
de ocio, de amnistía, desconsuelo, espera y de letargo;
me quedan los poros conjugados
para comer papel desmenuzado
y hacer mi propio libro de cristal fosilizado.

Hubiera querido conocerte, haberme en tus dientes bautizado;
pero hoy, a cuatro años,no me hallo, no me inmuto... no me marco.

Despedida prematura

Dolor: lágrimas.
Anochece.
No hay silencio, ni final, ni pensamiento;
sólo… solamente sola empiezo.

Empiezo y pienso en la pieza de cemento,
o de mármol o de cuarzo o de sueño.

El epitafio: un retruécano mal elaborado...
“Lejana, espera tu triste palabra, ¡oh!
‘esa triste espera de tu palabra lejana”

Ayer te amaba... hoy no queda nada.

Qué fácil fue perderte, qué difícil es perderte.

Dos hielos fueron suficientes,
una mentira demasiado
y un grito: el quebranto.

Te pierdo, lo sé.
No hay silencio, no hay amparo.

Mi destino se diluye y no hay más,
no existe esperanza, no existe remembranza:ya no existe un hombre enamorado...

Derrota


Cantó el gallo tres veces
antes que me negara,
llovió adornando el césped
de mi tumba y funeral.

Cayó el peso de la soberbia
destrozando las rodillas
de una cárcel semivacía,
construida de letras,
tinta, números y respuestas.

Llegó el día primero,
último de una neblina oscura,
la mitad de una hoguera insomne
y el ciclo de los recuerdos...

Tic-tac


Caen pesados los segundos,
tan pesados que aplastan los pasos de rocas de viento,
tan pesados que crujen los huesos de los recuerdos,
tan pesados que... ¡ay! tan pesados.

Antes de la muerte.

Quise saber las coordenadas de la alborada
para encontrar un charco de esperanza,
inyectármela en la aorta y drogarme con sus gotas.

Quise, quise muchas cosas, no el silencio ni la sombra.

Nueva esperanza.

Amanece nuevamente, entre ocasos insensibles de silencio,
las nubes tibias sacuden el carbón y cenizas del pasado,
el sol deja ya su armadura de acero ahogada de recuerdo,
el mar no se cristaliza más ante lo incierto de mis sueños.

Una nueva esperanza llega en la luz de mi alma,
un nuevo amor brota en el jardín de mis latidos,
una nueva piel cubre la desnudez de mi pupila,
un nuevo ángel abre sus alas junto a las mías.

Pensar...

Siempre creí saber lo que el silencio podía decir;
creí conocer a qué sabían las lágrimas
o cómo se sentía la cotidianidad de las palabras,
mas nunca creí probar las dagas de la acusación falsa.
El corazón apenas se siente titubeante,
descongelándose en el cristal del infierno que renace de los labios del verdugo,
aquel ser soluble que entierra el óxido de los errores
en la carne presta a arder en la hoguera de la memoria.
Es difícil cuando los colores del ojo se difuminan con pequeñas gotas que emanan de miradas sobrias,
pero con el tiempo se aprende a rendir cuentas al destino
de los dolores del espíritu enfermo;
se aprende que la agonía no es un terremoto ni una inundación de mentiras
que desvanecen las esperanzas de velas arqueadas,
sino que es poesía rota y escrita entre hojas secas y podridas
que algún político o moralista echó a la calle medio arrugadas o totalmente olvidadas.

Cada amanecer se va diluyendo la tristeza del sueño anterior,
pero revive el fantasma que asfixiaba por las noches al mercenario inválido,
aquel que estaba cansado tras la batalla inconclusa de su propio desvarío
y del insomne deseo de supervivencia lúgubre o vacía.
Los cantos se van volviendo más delgados
mientras los erosiona la monotonía de sonrisas perdidas
y poco a poco se va empuñando el dolor y el odio
como un puñal cazador de silencio
para desmayar al olvido entrecortado
y golpear la miseria que teje una red de inocencia vagabunda.
Las murallas no merman los gritos de los seres que habitan la oscuridad de las celdas encarnadas
y las lápidas no se apiadan más de las letras que sangran sobre su roca fría,
sino que la grava envuelve las entrañas sensibles de tiernas estrellas quebradizas.
Estrechas fracturas susurran adagios pálidos
y las aperturas redondeadas untan sobre la piel ácidos mortales que desgarran los sollozos de ángeles guerreros
cuyas alas fueron cortadas cruelmente con simples vocales derramadas por el río turbio de la confusión.

Poco a poco la costumbre se vuelve imperiosa necesidad de ahogar las lágrimas
y el diario acontecer se contempla como un cuadro al óleo que devela entre neblina
la sangre dolorida de almas petrificadas, venidas a la tristeza.
La tenue llama aún arde en algunos brazos,
busca alguna rama aterciopelada para acariciarle apasionadamente;
sin embargo la noche cae pesada sobre los hombros del suspiro
y sofoca el beso del nuevo aliento.

Se aprende pues,
que la muerte es como un parpadeo...
continuo y necesario,
y es entonces que la resignación acude para alojarse en la voz del adiós
y del nebuloso comienzo...

Los Muros

Los muros son un grito,
una protesta silenciosa,
una página rota de la historia.
Contienen largos, espectrales silencios;
tumbas dolorosas; lágrimas al viento
y senos, muchos senos... millares de ellos.

Lejanas sepulturas de concreto,
epitafios de palabras para las palabras
que corroen el encuentro,
que derraman el gobierno,
que desgarran la voz,
las picaduras de ancianos,
de los niños de antaño:
de la muerte lejana; al otro lado,
al otro lado... a la otra raza.

Un llanto poroso brota de la entraña,
un gesto de esperanza,
un rostro contorsionado
que en el olvido clama
y ríe y duerme sin sus ojos.

Cuatro muros en el cielo,
dos montañas aprisionan tal silencio,
nueve rimas en las sillas, y ceros
y cifras y dedos y discursos y nada.

Los muros son el grito de mi pueblo,
las letras coloreadas de mi patria...
las palabras censuradas de la sangre
en los muros, en la calle,
en la resonancia... en cada casa.

Sunday, August 27, 2006

Frío Invierno


El corazón me tiembla de frío y de miedo.

Me dueles tanto que me has desgarrado
hasta el último rincón de las entrañas.

Dueles en estos ríos secos que te lloran,
que se hunden bajo la piel y brotan por los poros;
dueles en mis venas cuando estrangulas mis arterias;
dueles en infartos y hasta en pequeños paros cardiacos.

Me dueles, tan intensamente,
que el dolor ya no me cabe en el cuerpo;
ha tenido que escaparse por mis ojos
y mis cuerdas vocales
como grito y como llanto,
como sangre, como el glacial aliento
del ocaso y su pequeña muerte roja,
horizontal y ecuánime.

El dolor se ha vuelto invierno.

Vino el otoño y secó la esperanza,
ilusión que desprendida de su rama,
el céfiro rodó con las otras hojas
por las calles desérticas de sueños.

El frío la detuvo y la encerró en un cristal de acero
esperando por el final de esta álgida errata.

Es invierno y trepito,
y crepito y me desvanezco.

Hoy me dueles,
hoy me quemo en tu roja nieve.

Me tiembla el corazón de frío y miedo.

Dueles por los poros,
dueles en mis ramas…
¡en mi pecho, cómo dueles!

Dueles, gélido, al tocar la nostalgia,
al tratar de revivir mi carne,
al querer resucitar al frígido fantasma
que hoy solitario habita
en el hueco izquierdo de mi pecho.

Petirrojos


El cielo nublado: sabe qué ha sucedido.
La tierra, húmeda de petirrojos
y el aire desprendido, helado, entristecido...

Hoy la diferencia está en los ojos de un niño.

El tiempo sigue su camino sin sentir los huesos fracturados
y la luz nocturna descuelga a los arrepentidos Judas del pasado
(o los cuelga, quizá, bajo un manglar, o un olivo).

Les crecen las pupilas a los morbosos
y se les hacen dunas las palabras... arena sobre arena
sobre más arena de olvidada sepultura.

—¿Sentiste el cambio del viento anoche? —

Dormidos, con los ojos aderezados,
se levantan los recuerdos... infartado ha quedado,
en el suelo, el silencio.

El suelo emana petirrojos:
mañana hay que arar a los caídos para sembrar de nuevo.
Sólo espero que aún la tierra sea tierra
y los petirrojos hayan alzado su vuelo.

Tuesday, August 15, 2006

Grita



Abre el Silencio, cierra tu propio silencio.
Mira afuera, que las cadenas se destierran
y brota muerte de las coladeras.

Ponle nieve a tus manos,
(que no te dé miedo el frío)
mézclale dos gotitas de grito
con una pizca de protesta
y tres cucharadas de razón concentrada.

Trabaja, y después, quítale a tus monedas
las manchas de sangre con lágrimas
(pero que no sean también de sangre)

Calla cuando tengas callos en la lengua
y vomita la verdad a medias. Respira.

Levántate, huye, corre, sube, sueña y despierta.
Escribe y luego borra las letras tuertas o engañosas:
que la mentira no esté en tus hojas ni en tus ojos.

Rocía belladona fresca en tu almohada
y envuelve con espinas tu corazón:
que no lata menos de lo que debe...
que se acostumbre al dolor.

Vive, vive mucho, más de los 80 si puedes;
no pierdas la ilusión ni el brillo de la ayuda.
Tiende la esperanza sobre el fango
para que las damas no se manchen los zapatos
y que en cambio se perfumen las medias con creencia.

Que no te entierren sin calcetines,
haz un bello cadáver para las flores y los gusanos,
no permitas que te llenen los oídos ni la boca con tierra,
no permitas que te mezclen la tierra de palabras plenas.

Luego grita, muy fuerte, ¡grita!,
que nunca te silencien, ni siquiera en la muerte.

Cuadrícula


Prefiero la cuadrícula...
veinte centenas de cabellos rojos
y un vaso de whisky en rocas de tezontle.

No hay otro corte en mis palabras
que las tejas rojas de las casas
y las paredes sombrías del cerebro.

Prefiero la cuadrícula,
la repetitiva raya me coagula
la superviviente inspiración de la mañana.

No he querido revelarme,
mi negativo sólo es sangre
y con sangre... no, ya no está de moda la sangre.

Que los cuadros sean pequeños
—me recuerdan mi silencio,
mi participación igualmente pequeña en este sendero—
porque los grandes me pierden en deseos.

La respiración toma el sol en las calles,
poco falta para que se detenga insolada
y se marche, se vaya al parque.

Cuadrícula chica, sí me gustan los cuadernos...
los cabellos rojos, tardíos rayos de energía arrogante
y el tezontle en las paredes del desierto.

“Apaga ya la tinta desastrosa
y no escribas más el sentimiento...
continúa lavando trastes
y enjabonándote el consuelo”.

Prefiero la cuadrícula, ya lo saben,
pero hoy, hoy es otro día de rutina
y no hay hojas limpias
ni ojos impíos,
sólo la cocina y el recuerdo,
la imaginación huérfana
abandonada en un rincón del cuerpo...

Friday, August 11, 2006

Soneto II (Orquídea maligna)



Negra orquídea, tú creces en mi pecho…
tan feroz y brutal que hasta los miedos
del mundo se tornaron mil remedos
de estos gritos rodantes sobre el techo.

Triste orquídea, ¿qué dioses te han hecho?
deidades terracotas en los credos
te formaron perversa con sus dedos
para esculpir en mí tu altar estrecho.

No eres obra de un dios o algún demonio:
no eres más que una estética asesina.
¡Hoy quedará en mi piel tu testimonio!

si extingues esta luz, la endeble aureola,
—incrementada sed que me lamina—
tu victoria tendrás, negra corola.

Saturday, July 29, 2006

Soneto III (Nigromante)


Busco mi nombre en ti resucitado,
busco aquí el duelo anónimo en tus manos;
voy a gozar la piel de mis arcanos
deseos en tu cuerpo maniatado.

Yerto quedes amándome callado:
un dulce infarto selle los profanos
instintos que acorralan tus malsanos
besos mudos —misterio descifrado.

¡Mas no invento cenizas de mi tumba!,
no hallo rastros del fuego encendido
sobre esta carne que hoy ya se derrumba.

Así el cadáver quedará tendido
bajo la tierra aciaga que retumba,
mientras tu espectro guarde pervertido.

Tuesday, July 25, 2006

Impotencia del recuerdo

No pude respirar su silencio
ni escuchar su desasosiego.
No pude rematarle la memoria
ni arrebatarle, de nuevo, el silencio.

Abrió la sombra y tejió
su columna vertebral
de agua derretida,
de mi rocío conjugado
en el verbo del amor y la esperanza.

No pude sobrecoger su estío,
simplemente, no pude ni mirarlo.

Atrás de la puerta su inocencia,
aquí afuera, su ausencia...
Vertidos en un rompecabezas
están sus ojos de llama azul (¿o negra?).
que me reprimen el diluvio de la entraña ciega,
de la entraña eterna, de la entraña seca,
de la entraña traslúcida (¿o negra?).

No puedo retornarlo al amparo,
no he de regresarlo al retrato
ni revelarlo en la luz ausente del recuerdo.
No he podido silenciarlo ni matarlo.

Ayer el cielo olía a su dulce desencanto,
a su parda y áspera pupila,
a su espalda magra que lejana ardía.
Cayó de lejos, de arriba y abajo,
y en silencio pero lejos.

No pude desenterrarlo, no pude desarmarlo,
no pude encajarlo, ni siquiera comenzarlo.

Amenazó con amarme intensamente y yo no hice caso:
le entregué la vida hecha sangre, hecha seda, hecha raso;
le besé la tregua con arena, con mi sombra, con mis labios,
y maté su hastío con el rayo del verano enclaustrado,
rebelado en mis manos.

No pude abandonarlo,
ni siquiera dejar de respirarlo;
no pude ni tocarlo
ni siquiera, en la muerte, dejar de amarlo.