Petirrojos

El cielo nublado: sabe qué ha sucedido.
La tierra, húmeda de petirrojos
y el aire desprendido, helado, entristecido...
Hoy la diferencia está en los ojos de un niño.
El tiempo sigue su camino sin sentir los huesos fracturados
y la luz nocturna descuelga a los arrepentidos Judas del pasado
(o los cuelga, quizá, bajo un manglar, o un olivo).
Les crecen las pupilas a los morbosos
y se les hacen dunas las palabras... arena sobre arena
sobre más arena de olvidada sepultura.
—¿Sentiste el cambio del viento anoche? —
Dormidos, con los ojos aderezados,
se levantan los recuerdos... infartado ha quedado,
en el suelo, el silencio.
El suelo emana petirrojos:
mañana hay que arar a los caídos para sembrar de nuevo.
Sólo espero que aún la tierra sea tierra
y los petirrojos hayan alzado su vuelo.
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